Carencia y búsqueda. La desnudez frente al otro.

“…No es una herida, es un hueco. Cuando pienso en él lo toco; al palparme, lo palpo. Ajeno siempre y siempre presente, nunca me deja, presencia sin cuerpo, mudo, invisible, perpetuo testigo de mi vida. No me habla, pero yo, a veces, oigo lo que su silencio me dice: esa tarde comenzaste a ser tú mismo al descubrirme, descubriste tu ausencia, tu hueco: te descubriste. Ya lo sabes: eres carencia y búsqueda.”
Octavio Paz.

Caminas lento, saboreas el aire, te impregnas del ambiente, encuentras el mejor asiento. Sonríes satisfecho porque estás en un nuevo “escenario”… Observas, interactúas,  te emocionas…
Observas, interactúas, no todo va como pensabas.
Observas, interactúas, no compartes lo que tus ojos ven.
Observas, interactúas… y la verdad, la que habías construido, ésa que te habían heredado, se derrumba frente a tus ojos.

Enfrentarse a la existencia del otro representa un cisma con grandes y trascendentales consecuencias; tras años de continuos procesos de conocimiento y reconocimiento de la sociedad a la que pertenecemos, tenemos tatuado nuestro contexto, internalizadas nuestras significaciones, y creemos que “no hay nada más allá de nuestras narices”. En este escenario, encontrarse frente al otro significa un choque del que se puede salir ileso y hasta renovado si se asumen estas diferencias como una oportunidad para replantear lo que hasta ese momento creíamos como único y absoluto.

Una de las acciones clave para el éxito de las relaciones con el otro es la manera de interpretar su espacio, Leticia Mayer (2014) nos ofrece un rico ejemplo sobre la importancia de interpretar y acceder a un proceso de aculturación con la llegada de los primeros jesuitas al Lejano Oriente.

Tras el descubrimiento de nuevos territorios, Europa tuvo que enfrentarse a la existencia del otro y en este caso, las misiones jugaron un papel protagónico en este encuentro. Cito el ejemplo del misionero Francisco Javier, pionero de las misiones orientales, quien en sus primeros acercamientos se sintió admirado por la cultura y el conocimiento japoneses, pero que al percatarse de las prácticas homosexuales se escandalizó. De inicio, no sólo hubo un encuentro de posiciones morales, sino también un choque en la forma de reaccionar: mientras para Francisco Javier exacerbarse por este hecho  era permitido pues desde su visión occidental, la homosexualidad era antinatural, para los japoneses no controlar el carácter iba contra la prudencia y las buenas costumbres. Sus perspectivas eran en todos los sentidos encontradas.

Sin embargo, debido a la prioridad asumida de la evangelización, logró encontrar razones culturales para explicarlo. De igual forma lo hizo el visitador Alessandro Valignano que durante sus recorridos por Japón pudo encontrar en las diferencias, las acciones para lograr el objetivo en el Lejano Oriente. En el “Sumarios de las cosas de Japón” dictaminó cómo debían ser las misiones en ese país que anteponían la unidad, la tolerancia, la actitud abierta ante la otredad y se fijó en las costumbres y en las actitudes cotidianas como el servicio del té, la limpieza, la vestimenta, es decir, asumió que la gramática cultural resultaba igual o más importante que el lenguaje mismo. Ante esta lectura del encuentro con el otro, el camino no era otro más que un necesario y amplio proceso de aculturación que finalmente sucedió.

Lo mismo en China a donde fue más difícil llegar, pero que una vez suscitado el encuentro, el proceso básico fue el mismo: reconocerlos en la diferencia y hacer que sus particularidades importarán, que fuera a través de sus  ritos, costumbres, de su cotidianidad, que pudieran generar esa empatía que tiene como objetivo la evangelización.

Resulta especialmente llamativa la manera en la que adaptaron la iconografía a las percepciones de la cultura oriental: evitar los crucifijos, las imágenes de la Pasión y promover las de las virgen y el niño por motivar más a la estabilidad emocional.
En este ejemplo se detecta, tal como lo asevera Mayer, un modo maquiavélico para planear las misiones. Maquiavélico en su fondo, pero en su forma lograron hacer alianza con las diferencias.

Citar las misiones en el Lejano Oriente, su forma y su fondo, trae al escenario la  diferencia del tratamiento en América, en donde prevaleció la ruptura y donde no se privilegió la paciencia una actitud abierta ante la otredad. Tratamiento que marcó y sigue determinando la relación con el otro, el español, el blanco, el colonizador.

De igual forma, el método de evangelización en el Lejano Oriente y el acercamiento de los misioneros a la tradición confuciana, marcaron definitivamente el transcurso posterior de las relaciones sino-europeas.

Esta alianza con las diferencias también es una forma de conocernos y de reconocernos, por ello, entender al otro es también entendernos a nosotros mismos, una especie de simbiosis. Es pararte frente al espejo. Desnudarte frente a los otros.
En el campo de la lectoescritura, ¿quiénes son los otros? Son ellos, los sujetos a quienes conoceremos y reconoceremos, pero también soy yo, que a través de ellos, me conoceré y reconoceré. Es estar frente a la oportunidad de encontrar lo perdido.

Y para situarnos frente a los otros es necesario conocer el contexto sociocultural, aprehenderlo y a partir de él, determinar, de manera conjunta,  la problematización de las prácticas lectoescritoras las cuales, señala Daniel Willingham (2017) son resultados de los malos hábitos educativos generados por el desconocimiento de cómo lee la mente.

Definitivamente, la comprensión está íntimamente entrelazada con el conocimiento, pero ¿hasta dónde la construcción del conocimiento dejo de ser prioridad para la escuela? ¿prefiere la escuela que se sepa descifrar códigos, cumplir con planes de estudio aunque no se comprenda? Ésas y otras ideas nos plantea Willingham y es parte de lo mucho que tendremos que respondernos para conocer al otro.

Enfrentarse al otro implica una gran responsabilidad, instalar el espejo en la habitación y pararnos ambos frente a él, implica todo un reto y por qué no, hasta un acto subersivo.
Completarnos es el reto. Ya en Libertad bajo palabra, Octavio Paz sentenció: “sólo en mi semejante me trasciendo, sólo su sangre da fe de otra existencia.”


















           REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

     Mayer Celis, Leticia. Los espacios y los gestos del “otro”: los primeros jesuitas en el lejano oriente. En Espacios en la Historia. Invención y transformación de los espacios sociales: 97-122. México: El colegio de México, 2014. (Disponible en carpeta compartida de dropbox titulada Procesos culturales).

      Willingham, Daniel T. (30 de noviembre de 2017). Cómo lograr que tu mente lea. The New York Times. Recuperado de https://www.nytimes.com/es/2017/11/30/como-lograr-que-tu-mente-lea/    

3                        Paz, Octavio. Libertad bajo palabra. México : FCE, 1949.
















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